I Porque ya desde que
nací, el día 8 de Octubre del año 1957, creo que no me respetaron. Llegué al
seno de una familia muy católica y como era costumbre en aquellos tiempos, no
fuera a ser que me muriera prematuramente, me bautizaron nada más nacer, siendo
mi padrino el tío Juanito, hermano de mi madre, y la madrina mi tía Niní que
era hermana de mi padre. Era lo preceptivo. Aquellos tíos míos, al contestar
volo, se comprometieron a cuidar de mí, si algún día mis padres faltaban y la
verdad es que luego no estoy muy seguro de que no estuvieran arrepentidos.
II Porque en mi
llegada, más o menos deseada o esperada, nadie dio tiempo al tiempo, porque en
su convencimiento ni siquiera se hubieran permitido pensar en la posibilidad de
que yo tuviera edad para decidir ante un aspecto tan importante para mi vida,
como es poder escoger: en qué y en quién, pudiera llegar a creer siendo mayor y
teniendo mi propio criterio. Pero la realizad es que la naturaleza no deja a
nadie escoger familia y el entorno cultural y social al que se llega tiene por
quien nace todo decidido. Y el nombre era el que te ponían en la pila bautismal
cualquiera que fuera el que se inscribiera en el Registro.
III Porque no
solamente decidieron aquel día por mí, si no que, aprovechándose con naturalidad de que era
un recién nacido que no podía oponer ninguna resistencia, y más todavía teniendo
en cuenta la prueba de amor que me mostraban forjándome católico cristiano, sino
que además, me inscribieron en un libro que está depositado en la casa
parroquial y que todos los años lo firma y rubrica el señor arzobispo, para dar
fe de que soy católico y que por eso le llaman al libro de la fe bautismal. De
pequeño llegué a dudar si era más determinante para cumplir años: mi fecha de
nacimiento o el día en el que me bautizaron.
IV Porque nací
después de que a mis padres les hubieran avergonzado en su conducta por haber
pecado al haberme concebido antes de contraer católico matrimonio. Esta
circunstancia, aunque yo ya la intuía, me la confirmaron pasados más de
cincuenta años, se consideró como una gran desgracia familiar, una tragedia, y
no por una cuestión de honor, ni por diferencias familiares, que a lo mejor
también, sino por haber pecado contra los mandamientos de la santa madre
Iglesia ya que afectaba de lleno al sexto. El problema no era traer un nuevo
ser al mundo sino cómo y cuándo se había concebido.
V Porque, aunque yo
no sé muy bien cómo ocurrió todo aquello, más que nada porque no había nacido,
estoy seguro, sin ninguna duda, de que mis
padres llegarían al punto en el que tuvieran que confesarse ante dios por la falta,
por el pecado que habían cometido y debieron arrepentirse por haberme
concebido. Y seguro que el cura no fue condescendiente con ellos. A los pocos
meses hicieron una boda muy triste, posiblemente de madrugada. Era el 15 de
mayo de 1957 un día en el que al parecer nadie de la familia estaba totalmente
feliz y satisfecho como es preceptivo estar en un día tan señalado como ese.
VI Porque entre unas
cosas y otras, se vivía en aquellos años con unas costumbres morales que subrepticiamente
la religión imponía con el terror de las pistolas y la sutil vigilancia de los
vecinos, que después de haber ganado la guerra civil, se habían instalado en
los ojos de la calle. Habían abatido un periodo de luz en el que se había iniciado:
la emancipación de la mujer con ese aspecto de la liberación sexual y la
igualdad en su condición civil y política entre los sexos, rasgando la sutil
dependencia del padre o del marido santificada: por el honrarás a tu padre y la
fidelidad en el matrimonio.
VII Porque la vuelta
durante la paz franquista a la moral cristiana, no admitía que la mujer tratara
de ser en la vida algo más que una mujer virgen y casta que se entregaba por
primera vez a su marido después de ser bendecida en santo matrimonio y que
después se dedicaría a sus hijos con la cabeza bien alta. Saltar esta norma no
era ningún delito pero entre palabras y miradas, conllevaba un rechazo social
importante que pretendía arrastrar a la pecadora hasta la vergüenza, y ya en el
primer momento, le robaba el derecho de tener una boda con arreglo a los
cánones establecidos.
VIII Porque los hijos,
entonces y ahora, los manda dios. Luego ya de niño vas viendo la vida que te
rodea y un día, te asombra la barriga gorda de tu madre y entonces, no sé
porqué razón, pudiera causar bochorno, pero
nadie quiere decirte que tú, antes de nacer, también habías estado en el
vientre de tu madre, y mucho menos, quién era el insensato que te iba a decir
por dónde habías salido. Como han sido siempre tan sucios los tapujos con los
que la iglesia trataba de ocultar todas las cuestiones sexuales, sirva este
ejemplo ingenuo: a mí como a todos, nos dijeron que la cigüeña traía a los
niños en el pico.
IX Porque más tarde
ya seguramente con tres años, aunque estos recuerdos se esconden en lo viejo,
hay pequeños detalles que recuerdo con alguna claridad. Me llevaron a la
escuela de las monjas que había al final de la calle en la que vivían mis
abuelos maternos y a la que llevaban a todos los niños del pueblo desde inicios
del siglo. Es posible que fuera al encarar el otoño del año 1960. He de
agradecer que aquellas monjas me cuidaran y me enseñaran a leer y escribir,
pero habrá que reconocer que sin duda su principal objetivo no era ése, sino
pulirme desde niño y hacerme un buen cristiano.
X Porque desde niño, y a la par que me enseñaban
que la m con la a era: ma, y la p con la a era: pa, y ma ma, y pa pa, como si no tuviera otra cosa mejor
que hacer, todas las mujeres que me rodeaban y que me atendían, trataron de
convencerme de que dios existía, y de que la existencia de dios era lo más
trascendente de mi vida. Lo hacían como si fuera la tarea más importante de sus
vidas y me advertían a cuenta de
cualquier cosa que dios estaba en todas las partes y que veía todo lo que
hacía. Es muy posible, que ya entonces, todo aquello no me lo pudiera creer,
pero sin duda que me lo creía.